Si nos protegemos para no sentir dolor ... la protección se convierte en una especie de armadura que aprisiona la delicadeza de nuestro corazón.
Cuando aceptamos el dolor ... inspirándolo ... éste atraviesa de algún modo esa armadura ... y la manera de protegernos es suavizándonos.
Con la inspiración, la armadura empieza a caerse a pedazos, descubirmos que podemos respirar profundamente y relajarnos ... y comienzan a emerger la ternura y la bondad.
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